Es uno de estos días en los que mi mente pareciera ir más rápido que mi cuerpo. Con una voz simbólica, mi consciencia va, paso por paso, por todos los altos y bajos de mi personalidad. Como siempre, empieza preguntándose si alguien más ha sentido esa sensación de estar en el mundo sin motivo alguno, pero, sin embargo, sin sentirlo como algo triste o depresivo. Sólo frío, impersonal, ligeramente extrañado por la volátil brisa tibia de un carácter humano.
De estas cosas no suelo hablar mucho. Cuando por casualidad digo algo que puedo considerar humanamente reflexivo, la frase "que profundo" sale de la boca de alguna persona que obviamente no entiende ni quiere hacerlo, y me hace maldecir por dentro. No a esa persona, ni al mundo. Tal vez sólo a mi mismo, incapaz de olvidar por un momento lo que pasa por mi cabeza y aceptar participar en las conversaciones insustanciales de todos los días. No me siento culpable de que no me interesen los deportes de espectáculo, ni los carros, los famosos, o la pseudomúsica que pasan por la radio y por MTV. Pero no tener un tema de conversación con la mayoría de las personas termina golpeando tarde o temprano, creando esa incómoda sensación de no sentirse parte de ningún grupo, de estar pegado como con cinta adhesiva a las personas.
Estoy consciente de que las personas que conozco tienen partes de su personalidad fascinantes, y que es muy probable que mi soledad me impida ver muchas veces las virtudes de los demás. Al fin y al cabo, ¿que hace imposible imaginar que ellos estén en la misma situación que yo?. Tal vez todas las personas que existen y las que han existido se han sentido diferentes en algún momento de sus vidas, no se dan cuenta de que hay personas en su misma situación, y van a la tumba sin haber pronunciado una palabra sobre ello. O quizás, entre las que aún están vivas, guarden (como yo) sus ideas más personales y se limiten a un contacto superficial y fácil con los demás. Según veo, no los afecta del mismo modo que a mí. Cuando lo pienso, alguien como yo no vería nada de especial en mí, y seguiría su camino sin inmutarse. Me pregunto cuantas veces habrá pasado. Y trato de suponer eso por evitar la idea contraria, la detestable y parasítica idea solipsista de que soy el único ser pensante, y los demás sólo autómatas.
A veces me pregunto que pretendo con un blog. Y repito, no estoy deprimido ni triste, sólo pensativo. Durante el mucho tiempo que he estado en internet, he visto incontables trazas de personalidad esparcidas en rincones de la web, como deseando llegar a algún lado, y que luego la gente olvida. Por supuesto, una página con hosting propio muere de inmediato cuando el propietario deja de pagar, pero me refiero a los servicios gratuitos, cuyo uso se presta más a esos escapes impulsivos de personalidad donde uno escribe deseando internamente encontrar a alguien con quien conversar. Tal vez, inconscientemente, todo este atentado contra la privacidad que representa el internet, y sobre todo lo que llaman
web 2.0, sea sólo una manera de intentar evitar los sentimientos de Roy en
Blade Runner, cuyos recuerdos
se pierden en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Al fin y al cabo, esto que escribo queda en alguna base de datos, quién sabe donde. Al menos, aunque quizás nadie lo lea nunca, quizás quede en algún lado. Estamos tan acostumbrados a estas tecnologías que poco a poco se transforman en cajas negras, que usamos sin saber como funcionan y a donde vá lo que hacemos en ellas.
A fin de cuentas, ¿que pretendo, que busco escribiendo esto?. Luego de ver y sentir algo de lástima en cada uno de esos blogs donde alguien se esmera escribiendo artículos que nunca reciben comentarios, ahora me veo en la misma situacion, y cómo nunca me ha sido difícil verme a mi mismo como si fuera otra persona, no puedo escapar. Tal vez con una sonrisa, quien sabe, dedicada al vacío tecnológico que tanto me atrae. Hasta he enfocado mi orientación profesional hacia allí, fascinado por el vacío aparentemente infinito de un mundo digital. Las cosas han llegado hasta un punto tal que, cuando me encuentro más lúcido, la realidad me parece insatisfactoria. Y, poco a poco, a medida que el mundo virtual se incorpora a mi realidad, él también se va haciendo cada vez más insatisfactorio, por lo que busco fusionarme más con él, buscando nuevas fuentes de emoción que luego de tres días se hacen viejas en mi mente. Quizás por eso sea que al salir a lo que llaman el mundo "real" a veces lo sienta como sólo otro mundo virtual, con mucha más resolución gráfica y algunos dispositivos sensoriales extra. ¿Cual es la línea separatoria?. En mis bolsillos y en mi morral, cuando voy a la universidad, está mi inventario, mi existencia es sólo un RPG sin acción, una aventura gráfica donde hay más gráficos que aventura (también los juegos van por ese camino). Las reglas de la sociedad son las reglas del juego, y es que hay "líderes" que desearían controlar a la gente con la misma precisión de un programa. Mi "vida" es la misma exasperante muerte instantánea de Counter Strike, reducida a un sólo intento. Ojalá, como en Quake o en Unreal, pudiera aguantar más de una bala, y no tuviera que andar con la siempre presente posibilidad de morir sin motivo alguno en las calles de Venezuela.
Pareciera que lo que define a cada individuo de mi generación es el tipo de videojuego que usa, la forma en que sublima su frustración con la realidad. Quake, Unreal y similares son un grito silencioso contra una cultura que cada vez ofrece menos acción y más educación monótona a la juventud. Nunca creí que alguien usara en serio juegos sobre deportes, pero desde hace poco también constaté que ya alguien se las ingenió para hacerle sentir a los fanáticos que son parte de algo, que dirigen lo que aman, y que no son sólo meros espectadores que pagan con su pequeño sueldo la arrogancia y lujo de las estrellas del deporte. En mi caso, he levantado y forjado imperios en varias civilizaciones (siempre diré que
Alpha Centauri es el mejor juego jamás hecho). A pesar de mi soledad, por orgullo personal no he usado nunca ningún simulador de vida "normal" como "los sims" o "second life", o esos ciertamente tristes pero incómodamente reveladores de la condición humana videojuegos de "seducción", o "dating sims", japoneses. Ya escogí mi parte en este nuevo mundo, y llevo una existencia a mitad de camino entre ambos mundos, el real por un lado, y el virtual, que lo componen la internet, y, cada vez más, mi propia alma.
Aparentemente logré mi cometido. No es muy notable, pero mis ánimos han subido un poco, y un atisbo de sonrisa se asoma mientras la idea de terminar de escribir se aproxima. Ciertamente, esperando ilusamente, como muchos antes que yo, que sus ideas sean encontradas y entendidas por alguien más, y de ese modo, aunque sólo sea simbólico, evitar la muerte. Ahora sólo te pido un favor, pequeño pero importante, por lo menos para mí. No pienses "que profundo es", no, por favor. No pretendo ser sabio ni profundo, sólo estoy diciendo las cosas que a veces pasan por mi cabeza. Y tampoco quiero ser un "gurú" y ganar millones vendiendo libros superficiales. Sólo quiero ver si, por casualidad, existe alguien como yo allá afuera.
Lo bueno es que
cosas como esta a veces parecen indicar que no soy único (está en inglés, por cierto). Veamos cuantas más logro conseguir.