domingo, 5 de julio de 2009

Quien olvida a menudo debería escribir y leerse a sí mismo todos los días.

Sentir que la vida no tiene sentido no es una debilidad. Dicen que los extremos se tocan, y esa frase puede ser interpretada de maneras completamente distintas. La vida carece de sentido cuando estás deprimido y no encuentras que hacer, que pensar, o como salir de ese estado, pero también cuando eres feliz y te sientes uno con el universo, cuando tus acciones fluyen sin forzarte y satisfacen tus propias expectativas, cuando eres quien quieres ser, cuando no te hace falta un sentido para ser feliz. Lo que separa a los dos estados de ánimo aparentemente tan distintos es minúsculo, y depende únicamente de como decidas interpretar la situación. Por supuesto que eso excluye las verdaderas tragedias, no pretendo ser tan iluso como para decir que todo puede verse de manera optimista. Y menos cuando en verdad hasta ahora no tengo nada que enseñar sobre resolver tragedias. Pero, para cuando no hay problemas verdaderamente críticos, y lo único que te detiene son tus propias dudas, no te hace falta un sentido para estar tranquilo contigo mismo. Sólo un poco de esperanza, y por supuesto algo de voluntad, que no llegarás a ninguna parte si no realizas un esfuerzo consciente. Si tu mente es desorganizada por naturaleza, incluye algo de meditación. Ahora, ¿que tal si dejas de escribir y te pones a seguir tu propio consejo?. Disculpen al autor por un momento, pero en verdad debería estar haciendo otra cosa. ¿O tal vez no?. Nota esto con especial interés, autor, y sería prudente que usted también, lector: Preguntas como esa última que hice, aunque retórica en este caso, son las que tienes que evitar. Cuando empiezes a dudar, debes poner límites claros sobre hasta qué estás dispuesto a dudar. Incluso alguien que no encuentre sentido último en la existencia humana aún cuenta con un último soporte: No tomarse tanto en serio a sí mismo, y darse cuenta de que la realidad no está dentro de su cabeza, sino fuera.

sábado, 18 de abril de 2009

Recuerdos digitales.

Lo que sigue a continuación es un pequeño viaje introspectivo a los recuerdos que me causó un nuevo contacto con los videojuegos de mi infancia. Probablemente mal escrito, dado que tengo demasiado tiempo sin escribir algo. Es una pieza bastante subjetiva y personal, que probablemente no tocará ningún punto en común con alguien a menos que haya tenido experiencias similares. Aunque la experiencia sigue siendo humana, por supuesto, y ello conlleva que alguien pueda identificar sentimientos parecidos, aunque de origen distinto. En fin, aquí está.

Hace unas pocas horas estuve trasteando con los juegos de mi infancia, las roms de Zsnes. Me sorprendió, al principio, no haber olvidado prácticamente nada de las historias, e incluso parte de los mapas hasta donde había llegado antes, a pesar de estar reempezando las partidas. Al parecer, no he olvidado nada, los recuerdos sólo estaban empolvados. A pesar de que ya han pasado horas desde que las probé, las melodías siguen clavadas en mi mente, impregnadas con la soledad de aquellos días, pero, curiosamente, con una esperanza nueva.

Todo resultó mejor de lo que esperaba. Temía caer otra vez en esas maratónicas tardes en frente de ellos, pero al parecer he cambiado otra vez. Ya había notado desde hace tiempo que los videojuegos me producían tedio, hasta el punto en que dejé de usarlos por completo como por dos años. Ahora es un poco diferente, no aguanto más de una hora, pero siento como si eso me fortaleciera. Suelo perder el foco de mis actividades muy a menudo, mi concentración es bastante inconsistente, sobre todo con respecto a lo que deseé antes de hoy (repita eso por varios años!). Pero ahora pude, luego de un rato en contacto con una parte de mi pasado, recordar más claramente de donde vengo. Eso, por supuesto, incluye ese vacío existencial al que ya me había desacostumbrado. Esa sensación de estar caminando en la nada, que ahora no es mayor que mis fuerzas. Ha pasado bastante tiempo, y lo que antes era el presente confuso, ahora es el pasado, que puedo examinar acompañado de una nostalgia llena de matices que no atino a expresar bien por escrito.

El recuerdo más claro de aquellos días es el de haber querido ser otra persona. Daba igual que estuviera sentado usando videojuegos, en mi cama pensativo, en clase soñando despierto, o en el escritorio haciendo la tarea. El deseo de querer hacer algo más interesante que esa rutina, manifestado claramente en ese deseo impulsivo hacia ver, o, más en mi caso, dirigir personajes con historias más interesantes y épicas. Por algo existen la ficción literaria, los videojuegos, las películas, la animación y las telenovelas (digo esas por ser inclusivo, nunca vi una). Pero eso es bastante general, mis disculpas si pierden el hilo en el próximo párrafo, pero no puedo evitar ser específico.

Cosas como la transformación de caballero oscuro a paladín de Cecil en Final Fantasy 4, donde literalmente tuvo que hacer un combate contra sí mismo, o los viajes en el tiempo de Chrono Trigger (una exploración espacio-tiempo a la par de una novela seria), las dudas de Terra, mitad humana, mitad esper, en un mundo donde no sabía cual era su lugar en la realidad geo-política (una sensación de no sentirse humano con la que llegué a identificarme demasiado), en Final Fantasy 6, y las historias trágicamente humanas e interconectadas de los personajes principales en Seiken Densetsu 3, no parecen haber salido nunca de mis recuerdos. Star Ocean, por haber sido el último que probé, ya en la época en que los videojuegos me empezaban a causar tedio, no lo llegué a experimentar tanto, pero igual me llegan nebulosas trazas de la historia, y al igual que casi todos los anteriores, ganas de terminar los que dejé inconclusos, que fueron todos menos Final Fantasy 4. Tengo que decidirme a enfocar mis esfuerzos en cosas productivas, pero sospecho que sentiré que me falta algo hasta que llegue al final de todos ellos.

Sobre todo, recuerdo las melodías: Simples, repetitivas, de baja calidad de sonido... pero con mucha más atmósfera que las orquestaciones "épicas" de muchas películas comerciales, que terminan siendo "música de películas genérica". Éstas no. Con su simplicidad, y las limitaciones técnicas de aquellos años, lograban mucho más crearle un tema a cada personaje, y a cada situación. A veces, quitándole todos los lastres a mi imaginación y con la esperanza de estar inventando la realidad, me llega la sensación de que la energía y brillo de esas canciones proviene de gente que pasó por cosas como yo. Que esas dudas, y a veces esas avalanchas de motivación que me llegan al recordar algunos pasajes, son la reacción que un compositor de música para videojuegos deseaba causar en alguien incluso afuera del juego, y no estaba del todo seguro si lo lograría.

En fin, quizás esté idealizando mucho lo que podría ser explicado de una manera más sencilla y concisa, pero estoy completamente seguro que no soy la única voz que parece hablar sola en internet sobre su realidad subjetiva. Aunque he recibido algunas opiniones bastante interesantes y motivadoras por parte de varias personas que han leído lo que escribo, cosa que me alegra bastante, y de la que esperaría repeticiones :).

¿Será que tal vez esto es lo que llaman esperanza?. Esa pregunta podrá sonar muy cliché y excesivamente dramática, pero proviene de un ex-solipsista y ex-nihilista. Por supuesto, todos mis recuerdos no tienen valor trascendental alguno fuera de mi propia y limitada existencia, y todas esas canciones que para mí tienen mares de nostalgia, para otros serían solo las cancioncitas de juegos anticuados. Pero, y creo que esta pregunta deseaba hacerla desde hace mucho tiempo... ¿y eso que importa?. He leído, visto y vivido lo suficiente como para saber que no soy el único ser humano con dudas existenciales y recuerdos peculiares que muchos no comparten. Incluso milenios antes de mi nacimiento los humanos estaban haciéndose muchas de las preguntas que vuelan por mi cabeza cada cierto tiempo sobre la vida. No soy tan especial como para que el mundo gire sobre mí, y ahora que lo entiendo, estoy agradecido de que sea así.

Me quedan entonces sólo dos cosas, una decisión y una promesa. La decisión es conmigo mismo, a ver si por fin logro obtener la sensación de que voy a algún lado. Eso ya lo veremos, con lo mucho que me cuesta. Y la promesa es con todos los demás, tal vez contigo (si así lo quieres, por supuesto) de escuchar cualquier cosa que tengas que decir sobre tus dudas existenciales. Es incoherente e inútil que me sienta incomprendido si no accedo a tratar de entender a los demás, así que estoy dispuesto a escuchar a quien sea, y prometo que no me limitaré a simplemente decir ""que profundo"" o de asentir como un autómata. Si por accidente consideras que cometo crímenes como esos, dímelo, lo que menos quiero es que alguien sienta que no trato de entenderlo. Es una sensación que conozco lo suficiente como para no deseársela a nadie.

lunes, 6 de abril de 2009

Descanza en paz, Richard J. Petnel

Me siento en el deber de mencionar, una vez más en toda la vasta internet, la defunción de uno de sus héroes injustamente desconocidos. O por lo menos, hasta ahora. Me refiero a un hombre que trabajó por que nuestra experiencia en la web estuviera limpia de lo que llaman "ads", o, en buen castellano, publicidad fastidiosa.

En concreto, actualizaba las listas más populares de bloqueo para AdBlock Plus, la extensión de FireFox que bloquea el 99,9% de la publicidad en las páginas web. Me siento en el deber de mencionar una vez más su nombre en internet, ya que prácticamente no puedo (mejor dicho, aguanto) navegar por internet sin usar los frutos de su esfuerzo. Me alegra mucho, dentro de lo que es posible estar alegre en estos momentos, ver que en Reddit y en un obituario on-line la comunidad haya reconocido su trabajo y sienta mucho su defunción. Muchos, como yo, no conocíamos su nombre hasta hoy. Pero, al igual que el resto de mis compatriotas "netizens": Descansa en paz, Richard J. Petnel.

sábado, 28 de marzo de 2009

Cosecha de una caminata.

Es uno de estos días en los que mi mente pareciera ir más rápido que mi cuerpo. Con una voz simbólica, mi consciencia va, paso por paso, por todos los altos y bajos de mi personalidad. Como siempre, empieza preguntándose si alguien más ha sentido esa sensación de estar en el mundo sin motivo alguno, pero, sin embargo, sin sentirlo como algo triste o depresivo. Sólo frío, impersonal, ligeramente extrañado por la volátil brisa tibia de un carácter humano.

De estas cosas no suelo hablar mucho. Cuando por casualidad digo algo que puedo considerar humanamente reflexivo, la frase "que profundo" sale de la boca de alguna persona que obviamente no entiende ni quiere hacerlo, y me hace maldecir por dentro. No a esa persona, ni al mundo. Tal vez sólo a mi mismo, incapaz de olvidar por un momento lo que pasa por mi cabeza y aceptar participar en las conversaciones insustanciales de todos los días. No me siento culpable de que no me interesen los deportes de espectáculo, ni los carros, los famosos, o la pseudomúsica que pasan por la radio y por MTV. Pero no tener un tema de conversación con la mayoría de las personas termina golpeando tarde o temprano, creando esa incómoda sensación de no sentirse parte de ningún grupo, de estar pegado como con cinta adhesiva a las personas.

Estoy consciente de que las personas que conozco tienen partes de su personalidad fascinantes, y que es muy probable que mi soledad me impida ver muchas veces las virtudes de los demás. Al fin y al cabo, ¿que hace imposible imaginar que ellos estén en la misma situación que yo?. Tal vez todas las personas que existen y las que han existido se han sentido diferentes en algún momento de sus vidas, no se dan cuenta de que hay personas en su misma situación, y van a la tumba sin haber pronunciado una palabra sobre ello. O quizás, entre las que aún están vivas, guarden (como yo) sus ideas más personales y se limiten a un contacto superficial y fácil con los demás. Según veo, no los afecta del mismo modo que a mí. Cuando lo pienso, alguien como yo no vería nada de especial en mí, y seguiría su camino sin inmutarse. Me pregunto cuantas veces habrá pasado. Y trato de suponer eso por evitar la idea contraria, la detestable y parasítica idea solipsista de que soy el único ser pensante, y los demás sólo autómatas.

A veces me pregunto que pretendo con un blog. Y repito, no estoy deprimido ni triste, sólo pensativo. Durante el mucho tiempo que he estado en internet, he visto incontables trazas de personalidad esparcidas en rincones de la web, como deseando llegar a algún lado, y que luego la gente olvida. Por supuesto, una página con hosting propio muere de inmediato cuando el propietario deja de pagar, pero me refiero a los servicios gratuitos, cuyo uso se presta más a esos escapes impulsivos de personalidad donde uno escribe deseando internamente encontrar a alguien con quien conversar. Tal vez, inconscientemente, todo este atentado contra la privacidad que representa el internet, y sobre todo lo que llaman web 2.0, sea sólo una manera de intentar evitar los sentimientos de Roy en Blade Runner, cuyos recuerdos se pierden en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Al fin y al cabo, esto que escribo queda en alguna base de datos, quién sabe donde. Al menos, aunque quizás nadie lo lea nunca, quizás quede en algún lado. Estamos tan acostumbrados a estas tecnologías que poco a poco se transforman en cajas negras, que usamos sin saber como funcionan y a donde vá lo que hacemos en ellas.

A fin de cuentas, ¿que pretendo, que busco escribiendo esto?. Luego de ver y sentir algo de lástima en cada uno de esos blogs donde alguien se esmera escribiendo artículos que nunca reciben comentarios, ahora me veo en la misma situacion, y cómo nunca me ha sido difícil verme a mi mismo como si fuera otra persona, no puedo escapar. Tal vez con una sonrisa, quien sabe, dedicada al vacío tecnológico que tanto me atrae. Hasta he enfocado mi orientación profesional hacia allí, fascinado por el vacío aparentemente infinito de un mundo digital. Las cosas han llegado hasta un punto tal que, cuando me encuentro más lúcido, la realidad me parece insatisfactoria. Y, poco a poco, a medida que el mundo virtual se incorpora a mi realidad, él también se va haciendo cada vez más insatisfactorio, por lo que busco fusionarme más con él, buscando nuevas fuentes de emoción que luego de tres días se hacen viejas en mi mente. Quizás por eso sea que al salir a lo que llaman el mundo "real" a veces lo sienta como sólo otro mundo virtual, con mucha más resolución gráfica y algunos dispositivos sensoriales extra. ¿Cual es la línea separatoria?. En mis bolsillos y en mi morral, cuando voy a la universidad, está mi inventario, mi existencia es sólo un RPG sin acción, una aventura gráfica donde hay más gráficos que aventura (también los juegos van por ese camino). Las reglas de la sociedad son las reglas del juego, y es que hay "líderes" que desearían controlar a la gente con la misma precisión de un programa. Mi "vida" es la misma exasperante muerte instantánea de Counter Strike, reducida a un sólo intento. Ojalá, como en Quake o en Unreal, pudiera aguantar más de una bala, y no tuviera que andar con la siempre presente posibilidad de morir sin motivo alguno en las calles de Venezuela.

Pareciera que lo que define a cada individuo de mi generación es el tipo de videojuego que usa, la forma en que sublima su frustración con la realidad. Quake, Unreal y similares son un grito silencioso contra una cultura que cada vez ofrece menos acción y más educación monótona a la juventud. Nunca creí que alguien usara en serio juegos sobre deportes, pero desde hace poco también constaté que ya alguien se las ingenió para hacerle sentir a los fanáticos que son parte de algo, que dirigen lo que aman, y que no son sólo meros espectadores que pagan con su pequeño sueldo la arrogancia y lujo de las estrellas del deporte. En mi caso, he levantado y forjado imperios en varias civilizaciones (siempre diré que Alpha Centauri es el mejor juego jamás hecho). A pesar de mi soledad, por orgullo personal no he usado nunca ningún simulador de vida "normal" como "los sims" o "second life", o esos ciertamente tristes pero incómodamente reveladores de la condición humana videojuegos de "seducción", o "dating sims", japoneses. Ya escogí mi parte en este nuevo mundo, y llevo una existencia a mitad de camino entre ambos mundos, el real por un lado, y el virtual, que lo componen la internet, y, cada vez más, mi propia alma.

Aparentemente logré mi cometido. No es muy notable, pero mis ánimos han subido un poco, y un atisbo de sonrisa se asoma mientras la idea de terminar de escribir se aproxima. Ciertamente, esperando ilusamente, como muchos antes que yo, que sus ideas sean encontradas y entendidas por alguien más, y de ese modo, aunque sólo sea simbólico, evitar la muerte. Ahora sólo te pido un favor, pequeño pero importante, por lo menos para mí. No pienses "que profundo es", no, por favor. No pretendo ser sabio ni profundo, sólo estoy diciendo las cosas que a veces pasan por mi cabeza. Y tampoco quiero ser un "gurú" y ganar millones vendiendo libros superficiales. Sólo quiero ver si, por casualidad, existe alguien como yo allá afuera.

Lo bueno es que cosas como esta a veces parecen indicar que no soy único (está en inglés, por cierto). Veamos cuantas más logro conseguir.

domingo, 22 de marzo de 2009

La realidad... no es el estudio...

He estado aprendiendo por mi cuenta como crear programas con pyGTK y Glade, que se ven bastante bien en mi máquina Debian. El único que más o menos funciona como lo deseo es Pathfinder, mi prototipo de buscador de archivos. A pesar de la crudeza con que está hecho, sin embargo, su funcionamiento, y el hecho de que lo haya hecho desde cero, está un poco más lejos de lo que he visto hasta el momento en la universidad.

Pero me siento mal. Luego de habérselo mostrado a unas cuantas personas, recuerdo esos eventos como si, en pleno siglo XXI, yo fuese un cavernícola mostrándole a sus semejantes como se enciende un fuego. Mis logros no son absolutamente nada de lo que estar orgulloso, y sin embargo soy visto como alguien con una gran facilidad para la programación. Eso, por supuesto, sólo en mi entorno inmediato. Hoy recurrí a una sala de IRC para preguntar un par de dudas que tengo sobre como implementar un programa de texto que se organize en una estructura de árbol, y me doy cuenta de que mi nivel es aún demasiado bajo. Pero es, sin embargo, más de lo que he visto en un tercio de lo que se supone que es una carrera universitaria.

Que alguien que sepa más que yo me explique, por favor, como es posible que ya llevemos un tercio del tiempo de nuestro pregrado, y no nos hayan dado ni UNA SOLA linea de código que interactúe con los archivos de la computadora. Todo han sido programas platónicos, sin ningún tipo de conexión sólida con la realidad, que solo operan como un sueño que no deja nada real a su paso. Vectores y arreglos que llenamos en un instante, y que tras finalizar el programa desaparecen sin dejar rastro de que existieron. Ni tocamos los archivos de nuestra PC, ni tocamos la vasta internet. ¿Que estamos haciendo entonces?.

Me pongo al servicio de quien quiera aprender, aunque lo que tengo que enseñar sólo son por ahora rudimentos de Python y GTK. Sería agradable encontrar compañer@s de viaje, y no sólo poblaciones que se asombran con unos pobres trucos básicos y luego vuelven a sus costumbres de siempre.

domingo, 15 de febrero de 2009

Practicando mi inglés.

Are you trying to tell me that amorphous mass of consumer patterns, marketable passions and crippled worldviews is what I should call "my generation"?. Where are the arts, the sciences, the culture, even what they call "love", where are those things?.

¿Que significa precisamente ser Venezolano?...

Antes que nada, mis más sinceras disculpas con los lectores de otros países. A pesar de querer tener una redacción "universal", iniciaré este blog con algo referente a mi nacionalidad. Quizás hubiera sido más elegante iniciarlo hablando de música clásica, las películas que he visto recientemente o algunos de mis aforismos, pero el entorno inmediato me llama por el momento.

Hace un tiempo captó mi atención cierto artículo sobre los venezolanos. Lo leí, volví a leer, y francamente, me dejó la mente en blanco por varios segundos. Estoy dividido en dos. Por un lado, siento cierto impulso a querer defender a los venezolanos. Es natural, también soy uno, y las palabras usadas son bastante contundentes. Pero, por otro lado, mirando a mi alrededor y en mis recuerdos, una parte de mí también asiente con dolor.

Exceptuando los muchos tour de force's que hace el señor Dross en su redacción, hechos en gran medida para sentirse bien consigo mismo, sus argumentos tienen sentido, y me está empezando a llegar la idea de que los venezolanos nos creemos una cosa mientras somos otra, y los únicos que no nos damos cuenta somos nosotros mismos. Bueno, la idea no es nueva, lo admito, pero ahora es más clara. Por ejemplo, ¿nos hemos puesto a pensar en verdad que imagen, por lo menos, proyecta Chávez como presidente de Venezuela cada vez que entra en contacto con alguien del exterior?. Puede que los coloquialismos lleguen al venezolano (o a algunos de ellos) de buena manera, pero definitivamente no causan buena impresión fuera. Nunca he estado en el exterior, pero he podido leer opiniones en Internet tanto de otros sudamericanos como de norteamericanos sobre Venezuela, y no me ha gustado en absoluto lo que he visto.

Probablemente otro inmediatamente inventaría una razón para imaginar que todas esas críticas no son ciertas y no sentirse "vulnerado", pero yo siempre he encontrado particularmente difícil ese asunto del auto-engaño. Quizás sea porque nunca me he acostumbrado del todo a ir por la calle y ver como "normal" cosas rotas, calles agrietadas a pesar de estar en un país petrolero, o tener que resignarme cuando, a las malditas 11 de la noche, alguien decide poner reggaeton a todo volumen en la urbanización y me hace ver el sueño como un lujo. Es particularmente esa arrogancia inconsciente, no tener consciencia de que las acciones propias puedan incomodar a alguien más, lo que nos hace nuestra mala imagen ante los demás países. Todo el tiempo son los demás los "extraños", que no quieren "divertirse", y que prefieren dedicarse a... oh... el horror... hacer algo productivo!.

Una pregunta. Si yo contara que, en mi época colegial, al salir de clases un día ví a unos estudiantes que salían conmigo de las (j)aulas sacar un libro y pisotearlo en las afueras del liceo, ¿me lo creerían?. Mientras veía ese triste espectáculo me apoyaba sobre una pared, aparentando indiferencia para no desentonar en el ambiente, pero también para, inconscientemente en aquel momento, proteger la edición de "Más allá del bien y del mal", de Nietzsche, que tenía en mi mochila de aquellos salvajes con uniforme. Y quizás haga mal en insultarlos a ellos, cuando incluso a mí, un alumno de "buena nota", el recinto estudiantil me parecía una cárcel. Siempre me ha gustado leer, pero siempre he pensado, y mantendré hasta el día de mi muerte que, si el primer libro que un joven lee completo es un libro de texto escolar, odiará la lectura por todo el resto de su vida. En retrospectiva, no me parece extraño que mis pares me vieran como un extraterrestre cuando decía que me gustaba leer. En las caras de extrañeza que ponían, parecían preguntarse que clase de masoquista era yo. Y no los culpo, si su idea de "libro" eran las cosas que a veces intencionalmente "olvidaban" al llegar a clase. A pesar de sentirnos diferentes, éramos bastante parecidos, sólo que expresábamos nuestra frustración con el sistema educativo de maneras distintas: Ellos de la manera que ya narré, y yo, ese muchachito tímido que sacaba buena nota y trataba con respeto a los profesores, leyendo en su casa joyas como

"Porque en ese sitio (el instituto), como en cualquier otro, la libertad no gusta, y se las arreglan magníficamente para contenerla, reducirla, constreñirla o limitarla al máximo. El poder de ir y venir, de circular libremente sin traba, de moverse sin tener que dar explicaciones; el de hacer uso como uno lo desee de su tiempo, sus noches y sus días, el de decidir la hora de levantarse y acostarse, la libertad de trabajar o descansar, de comer, dormir, todo eso que pone de manifiesto la autonomía del individuo (la posibilidad de decidir sobre su existencia con todo detalle), incomoda considerablemente a la sociedad en su conjunto. De ahí que la sociedad haya inventado un cierto número de instituciones que funcionan según técnicas de control, control del espacio, control del tiempo"

-- Michel Onfray, "Antimanual de filosofía"

Siempre me ha irritado que precisamente mientras más los profesores me consideraban un "buen alumno" era cuando actuaba como borrego con pulgares, copiando en silencio una clase mientras ellos hablaban monótonamente del tema del día. Encuentro triste que su estudiante "ideal" sea el prototipo perfecto de individuo sin personalidad. Quizás haya obtenido notas "buenas", nunca les haya faltado el respeto a los profesores, y más bien los tratara con una cortesía inusual en mi pares, pero eso es educación básica, no la aceptación irracional de un modelo educativo ineficiente. Nunca me ha parecido del todo edificante que el sistema lo motive a uno a estudiar para los exámenes, y luego olvidarlo todo en una semana. Y uno no puede pedirle mucho más tampoco a los pobres profesores, cuyo ánimo en clase era comparable con su sueldo. ¿En todos lados es así, o ese el el modus operandi del sistema educativo venezolano?. Y la universidad comete muchos de esos errores también...

Percatarme de cosas como esas me hacen darle la razón a Dross. Por supuesto, quisiera cambiar el estado de las cosas. No me gusta ver a mi entorno así. Pero no veo ni cómo ni por donde empezar, la gente que me rodea parece satisfecha con el estado de las cosas, o, en el peor de los casos, resignada. No veo salida excepto en lo que tiene que ver conmigo mismo, marca indiscutible de "idiotez" en el sentido griego original de la palabra, de la que aparentemente no logré evitar contagiarme en la escuela.